domingo, 7 de noviembre de 2010

NO OS UNÁIS EN YUGO DESIGUAL

Por el élder Boyd K. Packer(Discurso dado en el Seminario para Representantes Regionales,el 3 de abril de 1975)

Me siento muy conmovido por lo que ha sido presentado aquí por el hermano Neal A. Maxwell y el hermano Marion D. Hanks, y estoy completamente consciente de la importancia del mensaje que os estamos transmitiendo acerca de la educación. Oro, y espero que vosotros también oréis, porque continúe el mismo espíritu que hemos gozado en esta reunión.

Hace varios años el matrimonio Marriott, mi esposa Donna y un servidor, fuimos a una feria regional en New Hampshire. Era otoño, y el día estaba hermoso; además la feria se veía tan lucida como las de antaño.

El centro de atracción de la feria fue una competencia que tradicionalmente solía hacerse. Varias parejas de animales de carga con pesados yugos de madera fueron alineadas para competir. La rastra que tenían que jalar estaba cargada con bloques de cemento de 4500 kilos para comenzar. La meta era que la pareja de animales moviera la carga un metro.

Observé a una pareja bien acoplada de grandes animales de color gris azulado. Eran cruzados de razas Holstein y Durham que habían competido en la temporada pasada. Debido a su tamaño, eran los favoritos.

A cada equipo se le dieron tres oportunidades para mover la carga. Si lo hacían fácilmente, se agregaba más peso a la carga hasta que uno por uno iban siendo eliminados de la competencia. Una por una, cada pareja iba siendo enganchada a la carga. Cada dueño jalaba cuidadosamente a los animales hasta la carga; les daba una palmadita en el lomo, les sonreía, les hablaba en voz baja; y luego, los picaba, y a un mandato en voz alta empezaban a tirar de la carga.

Pero para mi sorpresa ¡los enormes animales no movieron la carga!, sino más bien un pequeño e indescriptible par de animales, que no tenían el mismo tamaño, ni aparentaban ser una buena pareja, movieron la carga las tres veces.

Me quedé sorprendido, y fascinado me dirigí al dueño —por cierto un hombre grande de edad, oriundo de Nueva Inglaterra— que se encontraba entre la multitud y le pregunté si podía explicarme cómo había podido suceder. Y luego me explicó. Físicamente hablando, los animales grises eran grandes y fuertes, la mejor pareja entre todas las demás; pero estos pequeños animales resultaron mejores en cuanto a trabajo en equipo y coordinación, porque ellos jalaron la carga exactamente al mismo tiempo y la fuerza que produjeron en equipo fue lo que movió la carga.

Uno de los grandes animales grises había jalado un segundo antes o un segundo después que el otro —algo así como un jugador de fútbol fuera de lugar— y la fuerza empleada resultó un intento inútil. La yunta se doblegó pues la carga resultó demasiado pesada.

Si hiciera de esto una moraleja, comenzaría usando el típico lenguaje del Libro de Mormón, “Y he aquí que el tamaño y la fuerza no son suficientes. También se requiere un trabajo en equipo.”

Todo lo que tengo que decir en el tiempo que se me ha asignado aquí acerca de la educación, puede ser demostrado mediante el relato anterior acerca de aquel equipo de trabajo que formaban los dos animales de carga. En la Iglesia debemos tener equipos de trabajo en la educación; no la clase de equipos que compiten en medio de una relación de rivalidad, como se ve en las competencias atléticas; sino en el equipo de trabajo como el de la pareja de animales, o sea, jalando al mismo tiempo juntos.

En la educación tenemos dos grupos. En uno están los profesionistas, empleados y maestros asalariados dirigidos por supervisores y administradores, y en el otro tenemos a los oficiales del sacerdocio que han sido ordenados y llamados para presidir. Ellos están trabajando hombro con hombro en el barrio, en la estaca y a nivel regional, y ambos están presididos por la Primera Presidencia y el Consejo de los Doce, quienes son representados por el Consejo de Educación de la Iglesia.

Ahora bien, basándonos en algunas cosas que se han observado últimamente, hay razón para creer que nos encontramos en un punto en que necesitamos elevar una voz de amonestación, tal como lo hizo Pablo a los corintios y decir a nuestras fuerzas educativas por medio de vosotros: “No os unáis en yugo desigual” (2 Corintios 6:14).

Virtualmente, durante los años pasados, todas las instrucciones en cuanto a educación habían sido comunicadas a las estacas y barrios, distritos y ramas, por medio de aquellas personas empleadas como administradores, supervisores y maestros dentro de nuestro Sistema Educativo de la Iglesia.

Con excepción de breves instrucciones, nada había sido comunicado a los presidentes de estaca, a los presidentes de misión, obispos, o presidentes de rama —autoridades locales del sacerdocio— acerca de sus responsabilidades en los programas educativos.
No ha habido una conferencia trimestral de estaca destinada a la educación y hemos concedido muy poca atención a esto en los seminarios para, Representantes Regionales, como vosotros sabéis. En muchas partes parece que los directores locales del sacerdocio pueden retrasarse un poco, y cuando lo hacen, con frecuencia nos encontramos en una situación que podrá parecerse a la del ejemplo anterior, con uno de ellos rezagado sin saber exactamente qué hacer, y el gran esfuerzo que se emplee será desperdiciado en un tirón o en un forcejeo, en lugar de obtener el progreso que tanto deseamos.

Las Autoridades Generales piensan que ha llegado el momento de dar una señal clara que sea entendida tanto por los directores locales del sacerdocio, por una parte, como por los seminarios, institutos y personal docente de la Iglesia, por la otra.

Se ha acordado que esta reunión sea precisamente el lugar donde salga dicha instrucción. Por tanto, vosotros, Representantes Regionales, daréis instrucciones a los directores locales del sacerdocio acerca de lo que tienen que hacer para alcanzar el progreso en cuanto a la educación. El hermano Neal A. Maxwell, el hermano Joe J. Christensen y sus asociados darán la instrucción equivalente al personal profesional. Entre paréntesis, se pensó que la necesidad de esta instrucción era lo suficientemente importante para designar esta hora a fomentar y fortalecer la educación en la Iglesia, aunque anteriormente se había asignado al Comité del Sacerdocio de Melquisedec.

A fin de que podáis tener una idea clara de las responsabilidades tanto de maestros como de supervisores, y de los directores locales del sacerdocio, me gustaría daros la siguiente explicación de lo que cada quien es responsable:

En primer término, el maestro. El maestro en el sistema educativo, es un empleado de la Iglesia. Es asalariado y está bajo contrato. Muchos de ellos enseñan el evangelio en cursos del Antiguo Testamento, Nuevo Testamento, Historia de la Iglesia, Libro de Mormón, Doctrinas y Convenios, etc. Y aun cuando se les paga para enseñar el evangelio, no constituyen un clero regular por las siguientes razones: (1) El maestro está bajo contrato y puede ser relevado de su cargo sin que esto afecte su condición de miembro de la Iglesia o la posición que ocupe. (2) El maestro no tiene autoridad eclesiástica en virtud de su nombramiento. No tiene jurisdicción sobre aquellos a los que enseña, excepto cuando vengan a él en calidad de alumnos de clase. No puede efectuar ordenanzas, ni puede relevar, ni juzgar asuntos de dignidad moral en virtud de su nombramiento como maestro. (3) Está sujeto a su llamamiento de servicio en la Iglesia, lo mismo que cualquier otro miembro de la Iglesia. Puede ser llamado y apartado a posiciones en la Iglesia lo mis¬mo que si estuviera en cualquier otra ocupación.

Habiendo observado esto durante varios años, estoy seguro de que en lo que se refiere a educación tenemos los mejores maestros, el mejor equipo, el mejor material y los mejores edificios y mobiliario para la educación en la historia de la Iglesia.

Es responsabilidad de los maestros en el Sistema Educativo de la iglesia, enseñar, y hacerlo excepcionalmente bien. Son minuciosamente seleccionados y capacitados, y cuando están enseñando, están sujetos a una constante supervisión por parte del departamento de educación de la Iglesia. Su habilidad para enseñar se ve mejorada continuamente por un buen programa para maestros en funciones; además de tener el mejor material de enseñanza.

Hay varias cosas que las Autoridades han asignado al Sistema Educativo de la Iglesia. Estas responsabilidades no pueden ser llevadas solamente por los oficiales locales del sacerdocio. Si vemos con claridad en la mente esta división, podremos evitar problemas y algunas perturbaciones que observamos de vez en cuando localmente.

El Comisionado de Educación de la Iglesia y sus asociados, son responsables de contratar, transferir o relevar a todo su personal. Los maestros son contratados sólo después de consultar con su obispo o presidente de estaca. Como ya dije, se lleva a efecto una selección cuidadosa.

La supervisión, producción de programas y capacitación de maestros en funciones es responsabilidad del Sistema Educativo de la Iglesia.

Los maestros no pueden “tirar de la carga” solos, ni puede ser la responsabilidad solamente de sus supervisores y administradores. El mensaje que proviene de la cabecera de la Iglesia debe ser recibido a través de ambos canales si hemos de tener el poder que necesitamos. De otra manera, repito, toda nuestra fuerza se desperdiciará en un intento inútil de progreso.

Tanto los oficiales locales del sacerdocio como los presidentes de estaca y misión, obispos y presidentes de rama, tienen la responsabilidad de ver que las inscripciones de alumnos a los seminarios e institutos de religión, y a otras escuelas de la Iglesia, se lleven a efecto.

La responsabilidad de las inscripciones descansa en los oficiales del sacerdocio. También deben proveer los salones de clase e instalaciones y algo de fondos para el seminario.

Los presidentes de estaca y de misión son responsables de ver que el personal del Sistema Educativo de la Iglesia que vive dentro de su estaca o misión mantenga una elevada norma de espiritualidad y dignidad tal como lo haría cualquier otro miembro, pero aquéllos con mayor razón. Ellos son quienes están enseñando el evangelio a nuestros jóvenes. El presidente de estaca o misión es responsable de ver que dichos empleados en el Sistema Educativo de la Iglesia, mantengan las más elevadas normas. Deben mostrar tal interés en la educación de la Iglesia que las normas elevadas de conducta, de instrucción y pureza de doctrina puedan mantenerse.

Es responsabilidad de los directores locales de la Iglesia preocuparse también por la pureza y dignidad de los alumnos que asistan a las escuelas de la Iglesia. Ya que las normas académicas para la graduación las establece el Consejo de Educación de la Iglesia, los directores locales del sacerdocio establecerán normas de conducta para las actividades de los alumnos y la dignidad para la graduación de éstos, y un presidente de estaca debe conducir los servicios de graduación. Debe haber esa comunicación a fin de que la graduación no sea una función estrictamente educativa.

Un presidente de estaca debe presidir y oficiar en esta reunión.

Ahora, una breve declaración acerca de cómo los oficiales locales del sacerdocio deben cumplir con sus responsabilidades:

La educación está organizada a nivel de estaca. Cuando los consejos de educación fueron suspendidos hace varios años, se pretendió que una parte de cada comité ejecutivo de estaca sería conducido como una reunión de consejo de educación.
Estáis conscientes, claro está, de que el comité ejecutivo del sacerdocio de estaca consta de una presidencia de estaca y el sumo consejo. Normalmente esta agrupación debe reunirse, y deben dedicar un tiempo determinado a tratar asuntos relacionados con la educación. Por lo regular, los representantes profesionales de seminarios o institutos, o de las escuelas de la Iglesia, deben asistir a dicha reunión. Hemos notado un caso, o dos, en que esto no sucede así, y con cada situación problemática ha surgido la división.

En esta reunión, se pueden tratar asuntos relacionados con los seminarios e institutos y de las escuelas de la Iglesia; además, si hay problemas, se pueden resolver aquí.

El secretario ejecutivo del sacerdocio a nivel de estaca, tiene la responsabilidad principal de cuidar el curso de los programas educativos, la inscripción de alumnos y otros asuntos para que la presidencia de estaca pueda estar constantemente informada.

Las inscripciones tienen lugar a nivel de barrio. El secretario ejecutivo del sacerdocio a nivel de barrio tiene la responsabilidad de mantener informado al obispado en cuanto a las inscripciones en los programas educativos de la Iglesia.

Aquí es donde se ve claramente si se han hecho las inscripciones de nuestros jóvenes en seminarios e institutos y en las escuelas de nuestra Iglesia. Y esto, por supuesto, abre el camino para que los maestros orientadores del sacerdocio, quienes deben ser asignados para cumplir con esta función, vean que cada joven se inscriba. Una parte de cada reunión del comité ejecutivo de barrio debe ser destinada a tratar asuntos de educación.

Donde un seminario o instituto sirva para varias estacas o regiones, un presidente de estaca, propuesto por la Oficina del Comisionado de Educación (para la Iglesia), y designado por el Consejo de los Doce, presidirá las reuniones regulares en donde se consideren asuntos tales como presupuesto, normas para la graduación, etc. Este presidente de estaca debe consultar con el Representante Regional que corresponda (Boletín del sacerdocio 5:1:3).

El Representante Regional debe ver que se efectúen regularmente estas reuniones. Esa es su responsabilidad, y si no está sucediendo así en donde está, entonces vosotros debéis hacer que suceda, ver que los hermanos del sacerdocio no se estén retrasando y que estén cumpliendo con sus responsabilidades en lo que a educación se refiere.

Donde operen seminarios de tiempo completo, conviene realizar estas reuniones en un edificio propiedad de seminarios, a fin de que los participantes se familiaricen con las instalaciones disponibles. Hemos tenido casos en que los obispos y presiden¬tes de estaca tienen cierto control sobre los seminarios o institutos y jamás han estado en los edificios de éstos. Tal cosa no debe suceder; ellos deben estar allí y ver cómo funciona, y de ser posible cuando haya clases.

Es responsabilidad de los presidentes de estaca y de misión ver que el programa se extienda. Los seminarios son el medio por el cual debe llegar la educación religiosa a todos los miembros de la Iglesia en edad escolar.

Como el hermano Maxwell mencionó, hay tres clases de seminarios: el seminario de tiempo otorgado que se acerca más al ideal; después, donde no puede haber este tipo de seminarios, sigue el seminario matutino que se da muy temprano, y cuando no puede darse ninguno de estos dos entra el estudio individual supervisado. Este es el orden de preferencia, y creo que es muy importante que quede establecido.

Hemos tenido incidentes en los cuales los directores tienen una marcada preferencia por los programas de estudio individual supervisado y restan atención a los demás por causa de esto, encontrándose con que este programa resulta muy difícil de administrar, y que es muy difícil conducir a la juventud a estudiar por su cuenta.

Así que ese es el orden de preferencia para los seminarios: tiempo otorgado, matutino y después el estudio individual supervisado. (El estudio individual supervisado se implantó para que cada jovencito de la Iglesia, dondequiera que esté, pueda tener los beneficios de la educación religiosa entre semana.)

Actualmente las Autoridades Generales tienen una política firme en contra de establecer nuevas escuelas e instituciones de enseñanza superior. Asimismo, hay una política establecida en cuanto a abrir escuelas de educación primaria o secundaria, excepto en aquellos contados lugares del mundo en donde la educación pública no existe aún.

Por donde viajamos, y estoy seguro de que por donde viajáis vosotros también, se nos pregunta: ¿por qué no podemos tener una escuela?, ¿por qué no podemos tener una universidad aquí?, ¿por qué no podemos tener todo el programa? Bueno, no tenemos fondos. No podemos establecer instituciones de enseñanza superior en donde no hay condiciones satisfactorias, ni donde los programas incluyen filosofías políticas, educación sexual y cosas por el estilo. Ni animamos a nuestros directores locales del sacerdocio a fundar escuelas particulares. No permitáis que los presidentes de misión, movidos por un anhelo sincero, establezcan una escuela sin obtener la aprobación por medio de los conductos apropiados. Hemos ten ido situaciones de este tipo y se han convertido en verdaderos problemas.

En 1970, la Primera Presidencia elaboró dos cartas explicando que la política a seguir sería emplear los institutos de religión para llevar educación religiosa a nuestros miembros en edad escolar. Algunos de ellos, por supuesto, irán a las escuelas de la Iglesia, pero la gran mayoría, el mayor porcentaje de ellos, serán servidos por institutos de religión a medida que la Iglesia crezca.

Estamos conscientes de que puede haber áreas donde podrían tener seminarios e institutos de religión y no estén gozando de los beneficios de dichos programas. Quizá los oficiales locales del sacerdocio no estén conscientes de que tales programas están a su alcance, o quizá no se les ha motivado apropiadamente para que los soliciten.

Uno de los mayores presupuestos de la Iglesia, está destinado a la educación. Aun cuando se reciben fondos provenientes de las fuentes locales, el mayor costo del programa se sufraga con los fondos generales de la Iglesia.

Cuando en cierta área debe existir el programa y no es así, o donde están funcionando los programas y no todos los alumnos asisten, los directores locales están limitando a su pueblo. Estos son programas muy valiosos.

Por ejemplo, ¿sabéis que el seminario duplica el tiempo de enseñanza del evangelio para un joven miembro de la Iglesia? Si tabularais todo el tiempo de instrucción que el joven recibe en todas las organizaciones de la Iglesia y lo sumarais, encontraríais que el seminario le da mucho más. Hay continuidad de instrucción, enseñanza formal, calidad en la instrucción y materiales que hacen de éste uno de los programas con más éxito.

¿Sabíais que la frecuencia o porcentaje de matrimonios en el templo, cuando la novia y el novio son graduados de seminarios y/o institutos, ha más que duplicado el promedio de la Iglesia? “Bueno”, podríais decir: “Se debe a los buenos jóvenes que van al seminario”. Pero no os lo podéis explicar completamente de esta manera, porque en este caso tendríamos mayor índice de matrimonios en el templo en donde hay gran cantidad de “jóvenes buenos” aunque no tengamos estos programas. Cada estudio o encuesta que hemos hecho entre la generación pasada ha sostenido este logro. Tenemos razones para creer que ejerce una influencia similar en la preparación de misioneros.

Vosotros como Representantes Regionales tendríais muy poca visión si en vuestro trabajo dentro de las estacas y misiones de la Iglesia no veis más allá de la siguiente generación, ni animáis a vuestros directores locales del sacerdocio a establecer estos programas educativos dondequiera que se necesite tenerlos. Y estos directores tendrían a su vez muy poca visión si no los alimentan, cuidan y atienden debidamente.

No deseamos que nuestros presidentes de estaca y de misión se duerman al grado de que negligentemente no estén pidiendo y organizando los programas donde sea necesario, o ignorándolos donde ya estén establecidos. Debemos mantener una vigilancia continua sobre nuestras grandes organizaciones educativas, y nuestros oficiales locales del sacerdocio no deben ser distraídos de sus importantes responsabilidades. Esperamos que vosotros, Representantes Regionales, llaméis la atención de los presidentes de estaca y de misión y los alertéis.

Nuestro programa educativo es ahora un vasto campo de labor para los seminarios e institutos que se extienden por todo el mundo. No es posible para las Autoridades Generales, ni para los oficiales del Sistema Educativo de la Iglesia, proporcionar una supervisión cuidadosa y adecuada. Instruida los presidentes de misión y de estaca sobre sus responsabilidades para que ellos tengan continuamente una relación estrecha con nuestro personal de seminarios e institutos, así como con los maestros en otras unidades educativas de la Iglesia.

Si actuáis con negligencia en esas responsabilidades, y hay alguna evidencia de que así ha sucedido, estáis dando cabida a que se presenten situaciones problemáticas de transgresión o apostasía entre nuestros jóvenes. Anhelamos que no se desarrolle ningún tipo de mal en nuestros programas educativos. Y esto puede suceder a menos que nuestros presidentes de estaca y de misión estén alertas a sus oportunidades y responsabilidades en el Sistema Educativo de la Iglesia. Nosotros, que somos los vigías sobre las atalayas, estamos preocupados por este asunto. Os damos la señal, nuestros mensajeros de verdad, pidiendo que deis la voz de alerta para que nuestros seminarios e institutos de religión y las escuelas de la Iglesia en todo el mundo, pongan de relieve la gran calidad, pureza y dignidad de nuestra doctrina.

Para concluir, os citaré un documento que considero como Escritura: El curso trazado por la Iglesia en la educación. El presidente Clark, hablando en nombre de la Primera Presidencia, ilustró dos objetivos de la educación en la Iglesia.

Para la Iglesia y para cada uno de los miembros hay dos cosas de primordial importancia que no pueden ser omitidas, olvidadas, ocultadas ni descartadas, y son:
Primero: Que Jesucristo es el Hijo de Dios, el Unigénito del Padre en la carne, el Creador del mundo, el Cordero de Dios, el que se sacrificó por los pecados del mundo, el Expiador de la transgresión de Adán; que fue crucificado; que su espíritu abandonó su cuerpo; que murió; que fue puesto en la tumba; que al tercer día su espíritu se reunió con su cuerpo, el cual nuevamente volvió a vivir; el que se levantó de la tumba como un Ser resucitado, un Ser perfecto, las Primicias de la Resurrección; que posteriormente ascendió al Padre; y que por causa de su muerte y mediante y a través de su resurrección todo hombre nacido en el mundo desde el principio será igualmente resucitado literalmente. Esta doctrina es tan vieja como el mundo. Job declaró: “Y después de deshecha esta mi piel, En mi carne he de ver a Dios; Al cual veré por mí mismo, Y mis ojos lo verán, y no otro” (Job 19:26, 27).

El cuerpo resucitado es un cuerpo de carne, huesos y espíritu, y Job estaba expresando una gran verdad eterna. Estos hechos positivos y todos los demás hechos necesariamente implicados en ellos, deben ser honestamente creídos con toda fe por cada miembro de la Iglesia.

La segunda de las dos enseñanzas y en la cual debemos dar plena fe es: que el Padre y el Hijo en realidad visitaron al profeta José en una visión en el bosque; que luego ocurrieron otras visiones celestiales para José y otras personas; que el evangelio y el Santo Sacerdocio según el Orden del Hijo de Dios en realidad fueron restaurados a la tierra de la cual se habían quitado por la apostasía de la Iglesia primitiva; que el Señor de nuevo estableció su Iglesia mediante la obra de José Smith; que el Libro de Mormón es justamente lo que profesa ser; que al Profeta vinieron numerosas revelaciones para guía, edificación, organización y ánimo de la Iglesia y de sus miembros; que los sucesores del Profeta igualmente llamados de Dios, han recibido revelaciones según han sido las necesidades de la Iglesia, y que continuarán recibiendo revelaciones de acuerdo a la Iglesia y sus miembros, viviendo la verdad que ya tienen; que ésta es en verdad La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Ultimos Días; y que sus creencias básicas son las leyes y principios establecidos en los Artículos de Fe. Estos hechos también, y cada uno de ellos, junto con todas las cosas necesariamente implicadas en ellos o que surgen de ellos, deben permanecer inmutables, sin modificación, sin reemplazo, excusa, apología y sin ser evitados; no pueden ser explicados pero tampoco pueden ser escondidos. Sin estas dos grandes creencias la Iglesia perecería.

Dios permita que nuestras fuerzas educativas, trabajando hombro con hombro, con la misma carga, con nuestros directores locales del sacerdocio, enseñen estas cosas a la juventud. Lo ruego en el nombre de Jesucristo. Amén.


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